¿Qué es tecnoestrés?

¿Cuándo esos videos virales de personas en el trabajo que pierden los estribos trompeando monitores deja de ser “gracioso” para ser un problema mayor?, ¿cuándo prefirió ser mal conceptuado por no poder usar una herramienta tecnológica?, ¿cuándo esa sensación de querer insultar a los miembros de un grupo de WhatsApp por lo que comparten genera temor?, ¿cuándo dejó de dialogar en la mesa porque una pantalla le robó su atención?
hace 1 año, 7 meses
¿Qué es tecnoestrés?

Estos son solo algunos interrogantes comunes que los especialistas de todo el mundo están estudiando en la actualidad, porque aquella elección de bandos entre “Apocalípticos e integrados” que avizoraba el filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco es vieja frente a las mutaciones que pone a las sociedades ante lo que se denomina tecnoestrés.

El tecnoestrés, estrés tecnológico o intoxicación digital, es uno de los cuadros que se ha visto potenciado por la pandemia y el encierro, aunque este no ha sido igual de grave y problemático para todos.

¿Qué es el estrés tecnológico?

El encierro de la sociedad a causa de la pandemia y la fuerte imposición del home office generó un mayor uso de la tecnología, entendiéndose por esto las computadoras personales, teléfonos inteligentes, tablets, entre otros, propiciando que familias se encuentren y compartan una actividad diaria como cenar a la distancia o que las personas puedan llevar la oficina a su domicilio porque el mundo siguió girando.

Este uso de la tecnología y la relación que se dio con las herramientas en algunos casos fue positiva porque generó un cambio de paradigma, por ejemplo, respecto al dinero. Muchas personas pasaron de entender al dinero como algo que se necesita acumular para el futuro, a comprender que la salud no es infinita, como tampoco la paciencia ni la resistencia, por lo que es valioso pensar en lo que se quiere hoy.

Ese pensar en el presente lleva a la acción que se grafica en esos padres que no se quieren perder el acto de sus hijos, de ir a cenar con los amigos, realizar un tour para irse a pescar o invertir en la bicicleta de sus sueños.

Pero para otra gran parte de la población la relación con las pantallas y herramientas de comunicación, desnudada por el Covid-19 pero no originada por este, representa un trastorno en la psiquis de las personas.

Los especialistas explican que la intoxicación digital representa un estado negativo que se da por el uso indiscriminado de la tecnología mucho más allá del ámbito laboral, el cual resulta nocivo para la salud física y mental de las personas.

¿Qué tipos de tecnoestrés existen?

Es común que los médicos y psicólogos mencionen que una denominación clínica se manifiesta de formas diferente en cada caso y el tecnoestrés no resulta la excepción a la regla.

En líneas generales los especialistas hablan de tres tipos bien marcados de representación: tecnoansiedad, tecnofatiga y tecnoadicción.

Tecnoansiedad: esta se manifiesta en las personas como una ansiedad negativa generada por el miedo o rechazo al uso de diferentes tecnologías. El concepto tecnofóbicos engloba por igual a quienes no saben usar los dispositivos, quienes no desean hacer uso de estos por miedo a que algo malo pase y también aquellos que se niegan al contacto porque les provocan temor su uso.

La tecnoansiedad se da principalmente en aquellas personas que son mayores y que no han tenido contacto “natural” con computadoras, celulares y aplicaciones, pero también en personas más jóvenes que se muestran extremadamente minuciosas en cuanto a las capacidades y, si no tienen un curso formal que avale sus conocimientos, no lo sienten completos, optando por el rechazo o la negación.

Tecnofatiga: muchas personas que padecen de tecnoestrés sienten cansancio, tanto físico como mental, a causa del mal uso de la tecnología. En este grupo de personas encajan aquellos que no temen ni sienten placer de estar frente a una pantalla, pero sí una obligación de alguna índole. Esta situación se suele dar por sobrecarga de trabajo, pero también por mala gestión del tiempo y responsabilidades. La tecnofatiga está asociada a no contar con herramientas adecuadas como suele ser internet deficiente o notebooks y/o celulares que resultan obsoletos para la tarea que se debe realizar y en los tiempos que se esperan estén listo.

Tecnoadicción: este tipo de representación es el que permite comprender que el uso de las pantallas no se circunscribe de forma exclusiva al ámbito del trabajo, incluyendo también, y solo a modo de ejemplo, los juegos, las series y el tiempo que se pueda pasar conversando con amigos. De esta manera, tecnoadicción padecen aquellas personas que no pueden detenerse en su uso, creyendo que si se desconectan se perderán de “información valiosa”, pertenecer a un grupo o de la reputación que pueden haber logrado. Si la tencoansiedad es propia de las personas mayores, la tecnoadicción se da con mayor frecuencia entre la gente joven.

Más allá de las definiciones y los encasillamientos, es importante realizar una autoevaluación y analizar el comportamiento de los seres queridos dado el alto uso de la tecnología que se da en el país. De acuerdo a los datos provistos por Sortlist, consultora internacional de marketing y publicidad, en Argentina hombres y mujeres invierten un promedio diario de casi diez horas para estar frente a las pantallas.

Manifestaciones de tecnoestrés y Argentina bien posicionada

La República Argentina, de acuerdo al informe citado de Sortlist, ocupa el quinto lugar mundial en cuanto a las horas que se pasan frente a las pantallas, esto incluye televisor, celular, tablets y computadoras, generando que se preste atención a las manifestaciones de esta problemática.

El tecnoestrés trae consecuencias físicas, mentales y de relación que son más habituales de lo que puede creerse y menos sencillas de resolver de lo que muestran en la televisión, donde todo se soluciona en un abrir y cerrar de ojos con productos de venta libre.

Los dolores físicos causados por problemas postulares, dolores de cabeza o irritación en los ojos suelen traer como consecuencia una alarmante automedicación que busca paliar los problemas causados por el mal uso de la tecnología. Este combo suele trae consigo otras situaciones como el síndrome de burnout, depresión, frustración, pérdida de autoconfianza, desmotivación generalizada y bajo rendimiento.

Si se suman los síntomas físicos y psíquicos del estrés tecnológico, no es raro deducir que también esto se arrastra a otros ámbitos como puede ser el laboral, educativo, deportivo y/o familiar, dejando una vez más al desnudo que esta es una problemática que parece haber encontrado terreno fértil después de la pandemia y que, alegremente, se suele asociar a esas ganas de romper la notebook cuando esta no responde.

Las paradojas de la tecnología

Así como procrastinar resulta una decisión que tiene cuestiones paradójicas como lo es el hecho de ocuparse de cosas, pero no de las importantes, la relación con la tecnología como liberadora de rutinas es similar.

Hay cuestiones que los especialistas manejan como paradójicas porque por caso el teletrabajo ha eliminado el tiempo de viaje y lo que este hábito genera, sin embargo, en ocasiones hombres y mujeres no cambian de rutina, sino que permanecen sentados frente a la computadora con diferentes pretextos como mirar un video para cocinar, algún tutorial para realizar una reforma en el hogar o incluso buscar precios y ofertas de tiendas online para realizar compras de provisiones.

Lograr ambientes higiénicos y seguros tiene que ser un objetivo en la actualidad de la misma manera que lo es el cuidado por la salud.

Aunque la tarea pueda no ser sencilla, es importante que cada persona tome a la tecnología como una aliada, pero nunca se ofrezca voluntaria para ser su esclava.

¿Cómo prevenir el tecnoestrés?

El tecnoestrés o intoxicación digital lo padece tanto el niño que recurre a las pantallas como forma de distracción, divertimento y educación, como el adulto mayor que necesita tramitar un token y no comprende cómo se hace y no quiere molestar a los demás. Estos dos ejemplos de una misma problemática demuestran que no existe una única forma de prevenir esta condición, por lo cual es indispensable poder ponerla en contexto.

Un punto fundamental para buscar superar esta forma de estrés implica que la persona que lo padece, o incluso su círculo íntimo, tome consciencia de lo que se está atravesando y pueda volver objetivo aquello que parece no resultar tan evidente.

Llevar una agenda de cuántas horas se dedica a mirar pantallas permite poner blanco sobre negro y, sobre todo, cambiar de actitud.

Este ejercicio demuestra cuánto tiempo efectivamente se puede haber malgastado con cosas que no son necesarias y que generan tecnofatiga. Pero también permite hacer evidente cómo se entiende a la distracción, las relaciones interpersonales, los momentos de ocio y descanso.

Tal como explican los especialistas, ya no se trata de discutir sobre la intromisión de la tecnología en la vida cotidiana sino de atender a cómo lo hace de forma segura y no ser esclava de ella. Se trata de reírse sin ser el protagonista irascible del próximo viral de WhatsApp.