Ford T: el auto universal

Suele decirse que la gente se divide entre quienes se mueven por lo que manda su corazón y aquellos que solo dan cada paso si así lo ha dictado su cerebro. Indudablemente unos tienen mejor prensa que otros, pero está claro qué grupo es el que domina las acciones. En el mundo de los automóviles, las pasiones se tiran a la banquina cuando los números más que pedir pista se apropian de las rutas.
hace 3 años, 1 mes
Ford T: el auto universal

Guiarse por el cerebro y saber a dónde va

Voy a construir un coche para el pueblo, el automóvil universal, esta frase atribuida a Henry Ford del año 1906 no hace más que pintar de cuerpo entero su visión de negocio y las expectativas que este empresario tenía de esta industria.

Tanto es así que, con mucha gentileza ha pasado a la historia la aplicación de la cadena de montaje, atribuida a Ford, con el neologismo de “fordismo” aunque a este se le deba reconocer la capacidad para contar con personal directivo al mando de la talla de Sorensen, Avery, Martin y Flanders que supieron mejorar algo que otros ya habían patentado.

El 12 de agosto de 1908, sólo dos años después de aquella frase grandilocuente, la Ford Motor Company comenzó a fabricar su primera unidad. Esta es una parte del ambicioso objetivo de Henry que, en un plazo de cinco años, logró reducir el tiempo de fabricación del Ford T de 12 horas a poco más de una.

Lograr el automóvil universal estaba cada vez más cerca, entre otros motivos por un ajustado sistema de fabricación.

El vehículo universal

El Ford T, al que en la actualidad muchas personas sin analizar el contexto gustan de llamar como un vehículo tan sencillo como tosco, fue diseñado y pensado para que llegase a las masas como una opción posible a la hora de pensar en el transporte personal y de la familia.

Para que este representara una compra inteligente necesitaba ser, al mismo tiempo, económico y fiable cosa que logró con éxitos al permitir a la sociedad adquirir un vehículo base por poco más de 250 dólares que no se averiaba con facilidad y, en caso de hacerlo, podía ser reparado en gran medida por el propietario.

La capacidad comercial de la Ford Motor Company propuso, y aquí estableció una tradición que dura hasta hoy en todas las automotrices, el Ford T básico o la posibilidad, por unos dólares más, de comprar una versión más completa o personalizada.

El Ford T, estaba provocando una verdadera revolución en Estados Unidos y pronto se haría extensiva a todo el mundo.

La revolución se dice “democratizar el automóvil”

Lograr que los automóviles, fabricados ya desde el año 1885 por Karl Benz, fueran accesibles a la sociedad implicaba para Ford una verdadera revolución. Claro está que esto no lo hacía por fines humanitarios ni mucho menos políticos, sino sencillamente porque lo movía su afán comercial de vender más para ganar más. La visión empresarial permitió que el precio del vehículo pudiera reducirse de manera considerable pasando de los originales 825 dólares en 1908 hasta los 360 en 1916.

El precio bajo del Ford T junto con una mejor paga para los trabajadores de la Ford Motor Company, los cuales se habían caracterizado por no necesitar formación específica y ser así una opción real para conseguir empleo, permitió que más personas (incluyendo los propios empleados de Ford) quisieran comprar un vehículo para movilizarse diariamente y disfrutar los fines de semana.

Esta revolución implicó que durante el primer año de producción del Ford T se rompieran todos los récords conocidos por la industria al lograr la nada despreciable cifra de 10.660 unidades listas para salir a la calle, la cual sería sobrepasada a medida que el fordismo se iba perfeccionando.

La revolución que ponía a los norteamericanos a bordo de un Ford T no resultaba exclusiva de los hombres citadinos, sino que también daba la posibilidad a quienes vivían en el campo. Esta posibilidad cierta de unir cada vez más al país trajo consigo la construcción de rutas y la denominación de las mismas porque la conexión ya no se detendría más, gracias al vehículo universal y el plan de democratizar el automóvil.

La producción de unidades a nivel mundial se lograba mediante una fabricación a gran escala en la que los cambios no influirían sustancialmente al modelo original, incluso se dice que Henry Ford daba órdenes expresas de anunciar que toda modificación solo representaba un cambio en el “conocido y confiable modelo T”.

Cambios en el conocido y confiable

Los especialistas explican que los beneficios de las economías de escala son alcanzados con la producción de un mismo artículo por miles bajando de esta manera sus costos por unidades, esta fue la política aplicada en el Ford T Touring y Runabout, los cuales estuvieron en todos los años de producción, a diferencia del Coupe, Towncar, Sedan, Camión, Tudor y Fordor, modelos con cambios de fabricación que implicaron una celeridad mayor.

Los historiadores del modelo T establecen tres períodos bien definidos, de acuerdo a los cambios que estos experimentaron y la razón por la que lo hicieron (nunca hay que olvidar que se está hablando de un negocio y, como tal, necesita ser rentable).

El primer período va desde el primer Ford T hasta el año 1911 en el que los cambios se produjeron sencillamente por ajustes en los problemas que el vehículo pudiera presentar en su funcionamiento.

La segunda etapa llegaría hasta mediados de la década del 20 y responde, tal y como ya mencionamos, a una reducción de costos en un automóvil cada vez más democratizado.

La tercera y última etapa va de la mano con la posibilidad de atender a las demandas planteadas por los clientes que solicitaban cambios relacionados con la estética y confort de las unidades.

El marketing y la publicidad son cosas serias… y nada nuevos

A todo o nada podría llamarse esta anécdota que nos remonta a Escocia en el año 1911. La historia cuenta que Henry Alexander, propietario de un concesionario, le encomendó a su hijo Henry Alexander Jr. que debía subir y bajar de la montaña Ben Nevis so pena de perder su herencia en caso de no realizar la proeza. En realidad, lo que este desafío encerraba era la promoción y venta de los industrializados autos americanos respecto a los ingleses que aún mantenían su tradición artesanal.

Henry Alexander Jr. aceptó, o lo hicieron aceptar no se sabe, el desafío que cumplió con creces conduciendo valerosamente el Ford T que, entre rocas y nieve, subió los 4.411 pies de la montaña más alta de las Islas Británicas. El resultado, además de que el joven piloto no perdiera su herencia, fue que en Gran Bretaña se vendieron 14 mil unidades cuando la aventura llegó a los diarios.

Párrafo aparte merece el hecho de que el British Film Institute haya encontrado la filmación que acredita la hazaña, que se creyó perdida por mucho tiempo, y la haya colgado en su página oficial.

Luego de 19 años de historia y 15 millones de unidades vendidas en todo el mundo con una revolución sobre sus espaldas, el Ford T dejó de construirse dando paso al Ford A y una carrera en la que todos se esmeraron por lograr el auto universal.